27 mayo 2009

A 60 años de la Consitución de 1949

Desde la Jauretche entendemos que esta Constitución fue la expresión institucional de un proceso nacional y popular que tuviera a la clase trabajadora argentina como la columna vertebral del movimiento liberador. Retomamos el espíritu de esta constitución y reivindicamos sus principios porque creemos que sigue señalando el camino de las luchas populares.

El 11 de marzo de 1949 fue sancionado el texto Constitucional que generaría grandes transformaciones políticas, económicas y culturales en nuestro país. Esta Constitución se proponía hacer efectiva la soberanía popular y liberar al país de las ataduras del imperialismo, planificando un desarrollo económico autónomo, garantizando derechos sociales y económicos a los trabajadores, y estatizando las riquezas del país y las áreas estratégicas de la economía.
La sanción de esta Constitución significó el pasaje de una democracia política formal e ilusoria, que consistía en ciertos progresos en el sistema jurídico y político- institucional a una democracia social basada en cambios reales en el sistema económico y que aseguraba la posibilidad de trabajo, una existencia digna, y el derecho de recibir un salario justo.

La constitución del ’49 rompe con el esquema del liberalismo que postulaba la separación entre el Estado y el mercado, otorgándole al Estado un rol activo en la búsqueda del bienestar de todo el pueblo. Se apuntaba a una justicia distributiva, dándole a la propiedad privada una fuerte función social y poniendo al capital al servicio de la economía y el desarrollo nacional. En términos prácticos las reformas estuvieron orientadas a suprimir definitivamente la desocupación y brindar a todos los trabajadores las condiciones materiales necesarias para desarrollarse. Así, entre los principios fundamentales de la Constitución se encuentran los Derechos del Trabajador: Derecho a trabajar, Derecho a una retribución justa, Derecho a la capacitación, Derecho a condiciones dignas de trabajo, Derecho a la preservación de la salud, Derecho al bienestar, Derecho a la seguridad social, Derecho a la protección de su familia, Derecho al mejoramiento económico, y Derecho a la defensa de los intereses profesionales.

25 mayo 2009

Arturo Jauretche, 35º Aniversario de su muerte.

Arturo Jauretche murió un 25 de mayo, hace 34 años. Las efemérides pueden ser un plomazo pero también, tal es su funcionalidad, un pretexto para revisitar y repensar a personajes estimables. Jauretche lo es, hete aquí que está un poquito de moda, aunque quizá no del todo valorado.

Fue un luchador popular todo formato, un poeta mediano, un ensayista frondoso. Si no fuera una tropelía podría decirse que por ver grande a su patria, él luchó con la espada, con la pluma y la palabra. Su mayor legado, a más de tres décadas, es su prosa cimarrona e inigualada. Acuñó multitud de conceptos-consignas que perduran y que hasta perdieron su rúbrica. “El estatuto legal del coloniaje”, “el medio pelo”, “las zonceras argentinas” conservan fuerza, tienen sentido unívoco y capacidad de transmisión. Esa aptitud para el panfleto, un género nada menor si se lo emprende bien, no debería inducir a suponerlo una suerte de creativo publicitario nac & pop, un simplificador nato. La consigna, el arquetipo eran la culminación de análisis elaborados, de debates implacables, de lecturas surtidas y pasionales.

Bruloteaba de lo lindo, previa inspección a fondo de sus blancos. Miraba antes de disparar, vaya si miraba. Sus batallas siguen siendo divertidas. Repasemos un puñado entre cientos. Diseccionó un best seller de Beatriz Guido (El incendio y las vísperas) hoy prolijamente olvidado, para probar el “quiero y no puedo” de las clases medias.

Se la tomó con la arrogancia de Sarmiento, que se jactaba de un presentismo perfecto en la escuela primaria en su San Juan natal. Averiguó que cursó menos años de los que narró. Y, de paso, desnudó el mito del niño que iba al colegio lloviera o tronara recordando que en San Juan casi no cae una gota durante el período lectivo.

Indagó sobre un clásico antirrosista, un poema en el cual José Mármol le perdonaba “como hombre mi cárcel y cadenas/pero como argentino, las de mi patria no”. Demostró que Mármol casi no estuvo en cana y sólo por cuestiones de faldas y no políticas.

Para llegar a sus conclusiones, debió leer a la novelista en boga con una dedicación superior a la de sus arrobados lectores, hurgar archivos, mirar isoyetas de Cuyo.

Tenía identidad política, explicaba la historia enlazando líneas nacionales y de las otras. Pero no hablaba desde un púlpito ni desde un saber cristalizado. Proponía dar vuelta el mapamundi, poner el Sur arriba para debatir prejuicios sobre superioridades y para tener otra panorámica sobre el lugar de Argentina en el mundo (un país peninsular, muy distante de Europa, plenamente integrado en la región). Pero también se internaba en ese mapa. Conocía al dedillo la flora y la fauna nacional (en sentido estricto y sociológico) porque vivía atento a su palpitar y a su cambio. Jorge Abelardo Ramos lo despidió con justicia, allá por el ’74: “Comprendía como pocos en la Argentina, sus cambios bruscos, con frecuencia su inescrutable carácter y su peculiar ingratitud. (...) Conocía la Patagonia y su fauna, la Puna y su inmenso dolor. Podía describir cada metro cuadrado del país y la naturaleza de sus problemas”.

Fue agudo, sarcástico y provocador. Era, ante todo, un empirista que no hablaba sin documentarse o sin ver. Un reverdecer de ciertas liturgias nacionales y populares lo recupera, a veces reversionándolo con clase pero muchas otras malgastando o hasta malversando su tributo. Jorge Luis Borges contaba sobre las kenningar, una suerte de metáforas congeladas que recogen las sagas de Islandia. Un poeta llama “agua de la espada” a la sangre, luego la metáfora se usa como sustantivo, suple a la palabra original, se cosifica. A menudo da la impresión que algo así pasa con Jauretche, cuya obra provocadora se transforma en un repertorio de chicanas establecidas.

El cronista está seguro de algo: si el tipo viviera no citaría, sin más, textos escritos hace 30 años o medio siglo. Hundiría sus ojos de gato en la realidad actual, en la nueva configuración de la clase trabajadora (con su carga de desocupados y mujeres jefas de hogar), en la nueva religiosidad de los sectores populares, en la liberación de sus costumbres sexuales, en los códigos de comunicación de los jóvenes, en la alteración de los términos del intercambio, en los medios de difusión masiva que siempre atrajeron su crítica y su participación. En las marcas indelebles (y, cuando menos, en parte inéditas) que dejaron la dictadura genocida, la traición neoliberal del peronismo, la baja en la afiliación sindical, tantas novedades que trazan otro mapa. Ponerlo patas arriba sirve si se hacen ese inventario y muchos más.

Fue nacional, yrigoyenista y peronista. Fustigó a los gorilas y los peleó hasta su último día. Relegado por Perón, como muchos de los aliados del gobernador Mercante, se bancó la camiseta en años de resistencia, no fue complaciente en el oficialismo, jamás depuso su espíritu crítico y mordaz. En una de sus catilinarias más logradas, “Los profetas del odio y la yapa”, les da duro a los apóstoles de la Revolución Libertadora pero se hace tiempo para evocar, sobre el primer peronismo: “Se cometió el error de desplazar y hasta hostilizar los sectores de clase media militantes en el movimiento permitiendo al adversario unificarla en su contra, máxime cuando se lesionaron inútilmente sus preocupaciones éticas y estéticas (..) se quitó al militante la sensación de ser, él también, un constructor de la historia para convencerlo de que todo esfuerzo espontáneo y toda colaboración indicaba indisciplina y ambición”. Fue maestro, pionero y valiente en señalar la viga en el ojo ajeno, la “falsa conciencia” de amplios sectores medios, pero no le faltó audacia para mentar las propias llagas.

Valga, pues, el aniversario de pretexto para mocionar su relectura. Y para renegar de la cita ritual o del recetario congelado reemplazándolos por la emulación de su método, de su respeto al lector y de su afán de conocer lo que se quiere cambiar.

Salute, maestro.

por Mario Wainfeld, Página 12, 25 de Mayo de 2008.



23 mayo 2009

la militancia

No se lo vamos a atribuir a nadie, ni de nadie en concreto vamos a hablar, pero más de un nombre bien puede desfilar por nuestra intuición.

Hay una diferencia de carácter entre una persona que se considere como parte del movimiento nacional y popular (o que se jacte de serlo, llanamente) y, pongamos por caso, un troskista (la comparación bien podría establecerse con un liberal o un pogre). Esta diferencia tiene que ver con el acto de la queja.

¿Cómo puede ser que haya tales que se digan nacional y popular y sin embargo tengan a bien quejarse? Charlatanes oportunistas. Tigres de papel que por temor se hacen amigos de sus enemigos, y viceversa. Traidores.

¿Acaso no lo entendieron? Salimos del infierno, pero pareciera que las huellas de la destrucción provocadas durante treinta años se fueron con el diario de ayer, y el desembarco del i-Phone nos trae un tiempo sin pasado, en donde nada hay para hacer. No hay ruinas, no hay restos, no hay un pueblo que se anima cada día más.

La queja es fagocitar.

La queja es: “yo de esto no soy responsable, arréglelo usted”.

La queja es: “que lo haga otro”.

Y mientras tanto, mirar la tele, cursar, dormir, etc, la vida. Pero siempre afuera, siempre impolutos y ajenos… poco nacionales.

Los troskos se quejan en sus prensas, en sus afiches, en sus banderas, en sus manifestaciones unipersonales, en sus extranjerismos; según ellos no se quejan, “luchan”.

Los progres: cuando se quejan lo hacen en el café, con el almacenero, en el trabajo mientras leen “Clarín”, mientras esperan a que salgan los chicos del colegio; según ellos no se quejan, “charlan”.

Los liberales: según ellos no se quejan, sacan cuentas.

Los oligarcas, según ellos no se quejan; es cierto, no se quejan. Ellos hacen el lock-out, aunque les gusta decir “piquete verde”.

El Ser nacional y popular, en su esencia destierra la queja, seguimos construyéndonos siempre. No existe la queja (como mero testimonio del descontento o del “NO! Contra…!”), existe el reclamo, la puteada, la derrota. Pero no la queja.

De un hecho adverso, de una injusticia, de una muerte, siempre se puede reconstruir algo, siempre se puede hacer algo mejor. No puede uno quejarse de un gobierno elegido por la mayoría popular porque es ir en contra de las banderas nacionales y populares, es negarle al pueblo su decisión.

Y en todo caso, si existiera ese motivo fatal y catastrófico por el cual se emitieran las quejas, todos sabemos que lo que hay que hacer es arremangarse y ponerse a laburar, porque somos parte del mismo pueblo que se defiende.

Nosotros no nos quejamos, militamos.

12 mayo 2009

¿Por qué La Jauretche?

Arturo Jauretche es para nosotros uno de los más grandes pesandores nacionales que supo analizar y constribuir al Pensamiento Nacional.

El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza.


Un pequeña Biografía:
La infancia y adolescencia de Arturo Jauretche transcurren en su ciudad natal y tiempo después, tras radicarse en Chivilcoy, participa en las luchas estudiantiles por la Reforma Universitaria de 1918. En 1922 simpatizó con el nuevo modelo de integración social promovido por la Unión Cívica Radical y se incorporó al sector de Hipólito Yrigoyen, los llamados radicales personalistas. En 1928, Arturo Jauretche fue nombrado funcionario en el segundo mandato de Yrigoyen, pero sólo duró hasta 1930, cuando se produjo el primer golpe de estado (1930-1943) encabezado por José Félix Uriburu, que dio lugar a la llamada Década Infame. Desde ese momento, Arturo Jauretche protagonizó la lucha callejera, combatiendo a mano armada con los insurrectos y desarrollando una intensa actividad política. En 1933 hallándose en la provincia de Corrientes, tomó parte en el alzamiento de los coroneles Roberto Bosch y Gregorio Pomar y tras ser derrotados cayó preso. La disparidad de criterios entre Arturo Jauretche y el radicalismo encabezado por Marcelo Torcuato de Alvear propiciaron en 1939 el nacimiento de la agrupación política FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), de desarrolla los lineamientos del nacionalismo democrático. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), desde FORJA sostuvo la posición de neutralidad. Luego del golpe militar de 1943 que derrocó al gobierno fraudulento de Ramón Castillo, FORJA anunció que sus objetivos se habían satisfecho y se disolvió en 1945. Ese mismo año, Arturo Jauretche se adhirió al peronismo y unos años después fue nombrado presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, cargo que mantuvo hasta 1951. Tras producirse la Revolución Libertadora que derrocara a Juan Domingo Perón en 1955, Arturo Jauretche fundó el periódico "El Líder" y el semanario "El '45", donde criticó el régimen de facto y fue perseguido y obligado a exiliarse en Montevideo (Uruguay). En el exilio se mantuvo crítico con la sociedad argentina, proponiendo la integración de los intereses de la burguesía y el proletariado para el desarrollo de una economía sólida. Esta posición le granjeó enemistades por parte de los liberales y de la dirigencia justicialista. Lo que caracterizó a Arturo Jauretche a lo largo de su vida fue su honestidad intelectual y su permanente compromiso con sus ideales. Su última relación con la política fue en 1961 cuando se postuló a senador nacional y no logró ingresar al senado. A partir de entonces, la actividad como escritor de Arturo Jauretche fue intensa, llegando a publicar el primer volumen de su autobiografía "De memoria. Pantalones cortos" en 1972 y falleciendo antes de terminar los tres volúmenes de su obra. Arturo Jauretche popularizó palabras que definen actitudes políticas, como "oligarca" o "vende patria".

Festival "VOCES DEL PUEBLO" Viernes 15 de Mayo. 16hs Plaza San Martín

09 mayo 2009

Sí! a la nueva ley de medios!!!



De mi mayor consideracióon:

Tengo el agrado de dirigirme a ustedes y por su intermedio a las autoridades del Gobierno Nacional, con el objeto de expresar mi conformidad y apoyo, al proyecto de Ley de Servicios de Comunicaciones Audiovisuales.
Esta iniciativa, que permite que todos los argentinos por igual, vean los grandes eventos deportivos en forma gratuita, no hace más que pluralizar el deporte, sus ejemplos y enseñanzas.
Me hace muy feliz que todos los argentinos por igual, desde cualquier rincón de nuestro país, puedan ver y disfrutar del futbol que tantas alegrías nos brinda.
Sin más, y con la esperanza de que sigan surgiendo iniciativas que favorezcan a nuestro pueblo, saludos a ustedes, con mi más distinguida consideración.

05 mayo 2009

Cine: Entre los muros.


Entre los muros
de Laurent Cantet

Cuenta la historia de un grupo de alumnos y François, su profesor de francés –el propio François Bégadeau coguionista del film-, quien se ve en problemas cuando se produce una situación compleja con unas alumnas y a raíz de esto, un compañero de ellas –que intenta defenderlas- actúa de manera agresiva por lo cual queda totalmente expuesto.



Viernes 8 de mayo 18hs.
Sala Consejo Superior. Rectorado-UNLP. 7 e/ 47 y 48.

04 mayo 2009