12 mayo 2010

Fiesta de las Facultades!!!


Vení a arrancarte el marulo,
después de tanto parcial quema coco.


Damas Gratis toda la noche (al mejor estilo Pablito Lezcano).
Pa` los muchachos gratarola hasta la 1:30hs, después 6 pe!

No seas ortiva, no te quedes estudiando, sino venís, la tenés adentro como Toti Pasma!

05 mayo 2010

Cuando el voluntarismo político conduce al gorilismo

Por Alberto J. Franzoia

Las ideas no se engendran en una burbuja sino que van surgiendo a partir de determinadas condiciones socioeconómicas en un contexto histórico específico; desde ya el proceso es dialéctico por lo se completa con la posibilidad de modificar dicho contexto con algunas de las ideas que a partir del mismo fueron gestadas. En definitiva una conciencia nacional puede surgir en un contexto de dependencia y actuar sobre ella para ponerle fin. Sin embargo los idealistas aún creen en el carácter ahistórico de las ideas, y en desde ese mundo maravilloso que estas pueden gestar tan sólo por su genética genialidad, siguen dando cátedra sin sonrojarse. Quizás por eso la Argentina actual esta colmada de sujetos que con aires de intelectualidad profunda afirman muy sueltos de cuerpo barbaridades semejantes a: “el gobierno de los Kirchner es nazi porque es autoritario”. Un analfabeto en materia política (y en unas cuantas materias más) como el novelista Marcos Aguinis, tranquilamente puede ser el responsable de semejante enunciado, suscripto por políticos opositores y periodistas “independientes”. Pero esta frase no resiste el menor análisis, ya que ignora cuestiones tan elementales como que el nazismo es una respuesta ideológica y política para ciertas condiciones que emergen de una especificidad socio-económicas no presentes en países dominados por el imperialismo y que por lo tanto aún luchan por su liberación nacional. La Alemania de los años treinta sí era terreno propicio para que sectores de las capas medias, apoyados por una gran burguesía nacional con necesidad de control y coerción sobre su proletariado y de expandirse más allá de las fronteras nacionales en busca de nuevos mercados, impulsaran el terrorismo estatal y la guerra. Cosa que un denunciante del holocausto como Aguinis debería saber si quiere honrar la memoria de tantas víctimas de semejante barbarie.

Otros idealistas, compañeros de ruta de Aguinis pero poco amigos de las letras y con una inserción mucho más concreta en la estructura económica argentina, nos dicen desde la Sociedad Rural que nuestro país debe volver a ser la granja del mundo, aunque el mundo ya no sea lo que era hacia fines del siglo XIX y principios de XX, y la población nacional se haya multiplicado de tal manera que si no hay una reinversión productiva en el campo la opción de hierro pasa a ser: exportar mucho o alimentar a la población nativa. Pero ocurre que justamente la clase social que la Rural expresa se ha caracterizado a lo largo de toda su historia por ser una clase parasitaria, mucho más propensa a la especulación que al desarrollo productivo, por lo que la reinversión no integra su horizonte. Y ante esa opción de hierro ya se sabe que las preferencias de nuestros hombres de campo, más allá de discursos con pechos inflamados de patriotismo, se inclinan por exportar y engordar sus bolsillos personales con dólares.

Tanto la oligarquía de la Sociedad Rural, como intelectuales de la clase dominante tipo Aguinis (que obviamente no sólo expresan los intereses concretos de esta corporación sino de la que se manifiesta en el comercio, las finanzas y la industria oligopólica) son la pata derecha del bloque oligárquico-imperialista. Eso resulta cada día más evidente para todo aquel que preste atención a los hechos y no se deje azonzar por lo medios de desinformación. Es más, una mirada atenta cada vez más descubre el rol que realmente desempeñan esos mismos medios oligopólicos y sus muy bien remunerados periodistas “independientes”. Esos que creyeron que podían juzgar a todo mortal sin ser simultáneamente juzgados, y que por lo tanto se manifiestan indignados ante recientes escarches y denuncias de fácil comprobación. 

Lo que no termina de quedar claro para muchos compatriotas es cuál es la función objetiva que desempeñan, aún contra su voluntad, ciertas fracciones de izquierda y de centroizquierda. Ya nos hemos explayado en otro artículo sobre la inconveniencia de utilizar estos conceptos en abstracto, sin anclaje alguno en la especificidad económico-social, política e ideológica de un país que aún lucha por liberarse del imperialismo para constituirse como nación. Afirmamos que en dichas circunstancias no existe una sola izquierda y centroizquierda. Por el contrario cada uno de los bloques que se constituyen en torno a la resolución de la contradicción principal (liberación o dependencia) tiene su propia izquierda y centroizquierda, unas nacionales que luchan por la liberación, y otras antinacionales que favorecen la dependencia. Esto es así porque todo abordaje serio de la práctica humana, tanto individual como colectiva, debe considerar una distinción clara entre la voluntad manifiesta de los protagonistas y las consecuencias objetivas que sus prácticas generan. En cuestiones afectivas sabemos que “hay amores que matan”, y en política hay voluntades transformadoras, y a veces revolucionarias, que solo sirven para reforzar las cadenas de la explotación y la dependencia. 

Esta cuestión tiene vieja data en relación a organizaciones generalmente de escaso peso cuantitativo y cualitativo en la política argentina. Uno de los casos más paradigmáticos al respecto es el Partido Obrero. Las ideas que defiende son tan claras y supuestamente revolucionarias, como inconducentes y ajenas a la experiencia concreta de buena parte de la clase obrera nacional. Tanto que las consecuencias que producen nada tienen que ver con la revolución que dicen defender. De hecho si la liberación de la clase obrera argentina dependiera del desempeño político de este partido, estaría condenada a la explotación eterna en un mercado laboral hasta no hace mucho muy reducido por la acción conjunta de la oligarquía nativa y la burguesía imperialista (tiempos a los que se puede volver si prácticas como las del PO y grupos similares colaboran para debilitar al gobierno). Es decir, la práctica concreta del PO podría llevar a la progresiva desaparición de la clase obrera pero no por la vía revolucionaria sino reaccionaria. 

Distinto es cuando los individuos y las organizaciones que favorecen al bloque oligárquico-imperialista son ex integrantes del bloque nacional-popular. Es el caso de viejos compañeros de ruta como Pino Solanas, Alcira Argumedo o Claudio Lozano. Lo mismo puede decirse de organizaciones como Libres del Sur que hasta hace poco eran mucho más oficialistas que nosotros, al punto de ocupar cargos políticos y cobrar sueldos a los que nunca tuvimos acceso. Este segundo grupo pretende desarrollar un discurso transformador, algunos explicitan su lucha contra la dependencia, y en muchos casos hay una trayectoria que los avala. Deseamos dejar ese punto en claro porque ciertas miserias de la política, que como toda actividad humana no es ajena a las mismas, salen a relucir para descalificar biografías de viejos militantes por errores y horrores actuales. Debe quedar claro entonces que más allá de algunas diferencias tácticas en el pasado, solíamos transitar por la misma acera. Pero, no menos claro debe quedar que hoy no es así, y lo lamentamos muchísimo. 

La voluntad política de ellos y de sus organizaciones se manifiesta en el discurso por la defensa de un proyecto de transformación nacional y popular. Sin embargo, el enemigo principal que han elegido (el kirchnerismo) y los aliados que objetivamente tienen a lo hora de enfrentar a dicho “enemigo” (un heterogéneo gorilaje que va desde el progresismo más lavado e insípido hasta liberales ortodoxos que participaron de los peores momentos de la historia argentina), los coloca en la vereda del bloque oligárquico-imperialista. 

Lo que una mirada desapasionada puede comprobar con sólo limitarse a confrontar discursos (abstractos) con prácticas políticas (concretas), es el enorme desfase existente entre la voluntad de marchar hacia lo nuevo y las consecuencias profundamente reaccionarias que objetivamente engendran con sus desafortunadas tácticas. Aquello de “cuanto peor mejor” solía ser patrimonio de izquierdas cipayas, siempre ajenas al campo nacional y popular latinoamericano, que mucho daño han hecho y aún hoy no escarmientan. Pero la presencia dentro este mapa del desatino nacional de una centroizquierda en otros tiempos compañera de ruta, no deja de ser una muy mala noticia. Nadie que haya desviado su rumbo al punto de coincidir con el peor gorilaje argentino puede aspirar a cambiar nada a favor de los sectores nacionales y populares. 

Es esencial que muchos jóvenes que militan en esos espacios se informen, estudien nuestra historia, vinculen el pasado con la actualidad, descubran reiteraciones en el error y saquen las conclusiones adecuadas. Otros, ya viejos para los horrores en los que incurren a diario, deberán pedir disculpas por el daño causado, porque en su defecto quedarán incorporados definitivamente como la pata progre del bloque oligárquico-imperialista. En ese caso, la historia se encargará de juzgarlos como enemigos de la Patria.

Como señalamos en párrafos anteriores entonces, a veces el desajuste entre teoría y práctica es tan enorme que voluntades de cambio terminan generando condiciones favorables para el avance de los grupos más reaccionarios. Eso ocurre toda vez que no se evalúan correctamente las relaciones de fuerza existentes y los eternos denunciantes se engolosinan haciendo fulbito para la tribuna. Ante esas circunstancias podemos afirmar que en la Argentina actual muchas voluntades que alguna vez pertenecieron al bloque nacional-popular se han cubierto con el peor pelaje del gorilismo. Quizás enuncien correctamente cuál es la contradicción principal (en abstracto) pero no cómo se resuelve (en el nivel concreto), por eso construyen alianzas equivocadas para enfrentar un enemigo imaginario, mientras que al verdadero enemigo lo tienen durmiendo a su lado. 

Constatar lo sostenido pude llevar a muchos compañeros a un ataque indiscriminado contra todo ese sector de la política nacional, lo cual sería un error imperdonable de nuestra parte. Si sólo queremos ganar elecciones (¿alternativamente?) está todo bien, pero si se trata de cambiar la historia, la tarea de quienes asumimos dar la gran batalla cultural es mucho más profunda; consiste no sólo en consolidar lo que ya tenemos, también hay que conquistar nuevas voluntades. Y entre ellas no se debe descartar la recuperación de muchas de aquellas voluntades que hoy se encuentran perdidas. Que esa pérdida sea sólo transitoria depende de ellos, es cierto, pero también de nosotros. Porque esta batalla sólo podremos ganarla, si somos capaces de incluir la mayor cantidad posible de consciencias transformadoras. No es fácil la misión, pero es uno de los grandes desafíos culturales de la hora.

La Plata, 3 de mayo de 2010

Publicado en Cuaderno de la Izquierda Nacional

03 mayo 2010

Del hecho maldito a la “mierda oficialista”

Por Sebastián Artola*

1) La frase de John William Cooke, “El peronismo es el hecho maldito de la política del país burgués”, es una de las definiciones más contundentes y desafiantes de los encendidos años sesenta cuyo eco resuena hasta nuestros días. 

Por la trama de esta expresión, que destila aires sartreanos y gramscianos, se cuela esa operación política sobre las palabras que conocemos como inversión de significado. Es decir, Cooke en un giro habitual del lenguaje político toma y da vuelta la definición del antiperonismo que concebía al peronismo como el mal absoluto de la sociedad argentina.

Al capturar esa imagen del adversario e invertirla positivamente, constituyéndola en emblema de identificación y en condición ontológica productiva, se desvanece la función denigratoria que le atribuía el desprecio rival.

El peronismo será malo, sí, pero para el “país burgués”, porque, como definirá Cooke, representaba “el más alto nivel de conciencia a que llegó la clase trabajadora argentina”, definiendo a la antinomia peronismo-antiperonismo como “la forma concreta que asume la lucha de clases” en el país.

Este movimiento tiene varios ejemplos en la cultura política nacional. Basta con recordar el origen de los términos “descamizados” o “cabecitas negras”, lanzados por la horrorizada mirada antiperonista frente a las columnas de obreros el 17 de octubre de 1945, para ver cómo luego son resignificados por los discursos de Eva Perón, y asumidos como títulos de honor por sus destinatarios.

La palabra mal no era casualidad. Había sido utilizada desde siempre por el pensamiento político de la élite para clasificar lo popular. Desde Sarmiento en el Facundo (1845) con su sentencia “El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión”, ubicando a la geografía como la causal de la barbarie montonera, pasando por los estudios de los “males latinoamericanos” del positivismo de fines del siglo XIX, que diagnosticaban las razones del “caudillismo” y la “política criolla” en la hibridación racial producida en esta parte del continente, a diferencia de la virtuosa pureza étnica de la pujante Norteamérica, hasta Ezequiel Martínez Estrada en su ¿Qué es esto?, de 1956, que veía en Perón y en lo que representaba “la mayoría de los males difusos y proteicos que aquejan a mi país desde antes de su nacimiento”.

La invectiva lingüística de Cooke no podía portar mayor politicidad. Si por un lado, desbarataba la descalificació n enemiga, reafirmando la condición de mal del peronismo en la política argentina al trasladarlo también al terreno de las palabras; por el otro, realizaba una inversión de significado histórica que interpelaba al pensamiento liberal todo, desde Sarmiento hasta Martínez Estrada y Borges.

Eran los años en que la batalla cultural e ideológica contra el liberalismo se ganaba por goleada y así lo muestran las prolíficas producciones de la ensayística nacional y el revisionismo histórico en clave peronista, de vasta popularidad y un potencial simbólico con repercusiones políticas inesperadas.



2) La canción de Carlos Barragán, panelista del programa televisivo “6,7,8”, no podemos dejar de asociarla a la expresión cookista del hecho maldito. “Soy la mierda oficialista” se ha constituido por estos días en la consigna de un novedoso momento cultural de la sociedad argentina, tan insospechado meses antes como impredecible respecto a su curso futuro.

La lógica de su elaboración, el sarcasmo y la estructura irónica es la misma. La complementació n entre un sustantivo y un adjetivo de condición peyorativa en boca del espacio antagónico que son asumidos orgullosamente, a través de un gesto tan burlón como incisivo.

De este modo, “la mierda oficialista” se constituyó en el slogan identitario que una considerable franja social asumió en su intervención en el debate público y en las masivas concentraciones que se realizaron en distintas ciudades del país, desafiando la feroz campaña mediático-polí tica de estigmatizació n del gobierno oficial que hizo de una letra - la “K” – el símbolo de la negatividad de la política presente.

Por otra parte, fue la marca del pasaje de una adhesión al proyecto de gobierno más bien pasiva, preocupada, silenciosa o aislada para constituirse en un colectivo de participación, creativo, alegre y pleno de convicciones.

Sin dudas, el debate del año pasado alrededor de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual dejó huellas en el sentido común social que acabaron revelándose con intensidad por estas semanas a modo de reacción ante el discurso de los medios hegemónicos que, puesta en duda tal posición en el mercado, vulgarizaron de tal modo la construcción de la información que los llevó a mostrar su rostro e intereses como nunca antes desde el retorno a la democracia.

Estos novedosos registros de la actualidad nacional ponen sobre la mesa un dato cada vez más palpable y de impredecible consecuencia en la política inmediata y mediata: el quiebre de la hegemonía del discurso mediático dominante.

La política argentina desde la claudicación alfonsinista ante las sublevaciones militares de 1987, que va a marcar la frustración de una democracia más plena en el país, había entrado en un curso de progresiva captura a manos de los grandes medios de comunicación privados. Los ’90 menemistas y la brevísima experiencia de la Alianza antimenemista pero neoliberal también, expresan el punto más alto de la mediatización de la política y su subordinación a los mandatos de las corporaciones económicas.

Si el gobierno, desde el 2003, viene haciendo visible esta cuerda decisiva para las posibilidades democráticas presentes y futuras, hoy - y por primera vez – ha logrado cobrar cuerpo en un movimiento social que encuentra su fuente en varias aguas. Desde Carta Abierta y su forjista batalla en soledad durante el conflicto con las patronales rurales y los poderes mediáticos, pasando por la Coalición por una Radiodifusión Democrática, hasta el programa “6,7,8”, constituido en la trinchera televisiva contra el discurso único mediático.

Este nuevo clima nos formula poderosas y alentadoras expectativas:

Por un lado, un nuevo activismo democratizante de sectores medios, con no menor participación juvenil, que interpela a la franja media toda en sus diversas gamas y busca resituar su ligazón con los debates públicos, en alianza con los sectores populares, ecuación social de todo proyecto político popular.

Por el otro, la emergencia de un relato que fisura el dominante, haciendo pie en el sentido común social y emparejando la hasta ahora desfavorable pulseada cultural por los discursos y las palabras, sobre la base de desnudar las invisibilizadas relaciones entre política, medios, democracia y poder económico, lo que da cuenta del reverdecer de una conciencia pública y democrática.

Por último, el desafío con chances del gobierno de reconstituir su base social ante un cambio de escenario, en el que juegan los mencionados impulsos participativos, el acierto en las propias decisiones políticas como la muestra fáctica de lo que es capaz de hacer la oposición con una cuotita de poder más, que alertó hasta a sus propios votantes.

Ahora bien, para ganar aire el favor ajeno alcanza pero para ganar una elección nacional son los aciertos propios lo que pueden crear ese escenario posible.

Iniciativas públicas que delimiten con precisión ideológica la cancha política parece ser el mejor esquema para el gobierno. Agreguemos: cada vez que salió bien fue porque contó con la condición de ser una demanda con un respaldo discursivo sólido y un grado de movilización social a su alrededor muy superior a la de aquellos sectores que se opusieron. Lo inverso llevó a la derrota.

Y algo más para finalizar: oportunidades de recomposición como la que atravesamos no se presentan dos veces. A su vez, para el año bisagra de este ciclo político - el 2011 - tampoco resta tanto. De ahí la tarea imperiosa de multiplicar esta nueva ciudadanía democrática y militante que se ha lanzado de lleno a protagonizar el debate público. Con la marca épica y utópica propia de la puja que se libra en un año donde se cumplen 200 desde nuestro primer grito de emancipación. Debemos creer en nosotros mismos, pues, como decía Scalabrini Ortiz, allí anida “la magia de la vida”. Porque si ganamos esta batalla cultural por la redistribució n de la palabra podremos decir que ahora sí estamos en condiciones de transitar otro horizonte para la democracia argentina.

Rosario, Mayo de 2010

*Licenciado en Ciencia Política. Profesor de Proyectos Políticos Argentinos y Latinoamericanos de la UNR.

www.encuentroproyectonacional.blogspot.com


02 mayo 2010

Tarde, pero seguro... Feliz día cumpas!

Queridos compañeros:

Un nuevo Primero de Mayo nos encuentra reunidos a los que luchamos por hacer de nuestra hermosa tierra argentina una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Desfilan por nuestra imaginación y por nuestro recuerdo los días vividos a través de las etapas reivindicatorias de la Patria que comenzaron en junio de 1943.

Primero, las reformas que fueron como la iniciación y la siembra de la simiente que había de cristalizar y florecer a lo largo de la trabajo y sudor argentino.

Después, el gobierno, nuestro gobierno, el gobierno del pueblo, el gobierno de los descamisados, el gobierno de los pobres, de los que tienen hambre y sed de justicia. Por eso, en esta plaza, la histórica, Plaza de Mayo de todas nuestras epopeyas, han latido al unísono amalgamados en un solo haz todos los corazones humildes que por ser humildes son honrados, son leales y son sinceros.

Después, la Constitución; la Constitución justicialista, que ha hecho de la tierra argentina una Patria sin privilegios y sin escarnios; que ha hecho del pueblo argentino un pueblo unido, un pueblo que sirve al ideal de una nueva Argentina, como no la han servido jamás en nuestra historia.

Esas tres etapas vividas por el pueblo argentino: la reforma, el gobierno y la constitución argentina, nos han dado un estado de justicia y un estado de dignidad y nosotros los transformaremos en un estado de trabajo.

Se ha dicho que sin libertad no puede haber justicia social, y yo respondo que sin justicia social no puede haber libertad. Ustedes, compañeros, ha vivido la larga etapa de la tan mentada libertad de la oligarquía; y yo les pregunto, compañeros: si había antes libertad o la hay ahora. A los que afirman que hay libertad en los pueblos donde el trabajador está explotado, yo les contesto con las palabras de nuestros trabajadores: una hermosa libertad, la de morirse de hambre.

Y a los que nos acusan de dictadores, he de decirles que la peor de todas las dictaduras es la de la fatua incapacidad de los gobernantes.

Pero compañeros, cumplidas esas etapas, asegurada para los trabajadores argentinos la justicia social, y asegurada para el pueblo argentina la igualdad ante la Constitución y ante la ley, recordemos que nosotros, los gobernantes, ya hemos hecho todo lo que podíamos hacer para consolidar ese estado de cosas largamente ambicionado.

La palabra, ahora, es del pueblo argentino. El debe mantener esa Constitución y hacerla cumplir, y guay del que intente atravesarse por los caminos de la obstrucción en la voluntad del pueblo.

Vuelvo en este primero de mayo frente a los trabajadores argentinos, encontrándome en la posición más confortable en que puede estar un gobernante, cuya síntesis puede afirmarse al decir: he sido leal con mi pueblo y, Dios sea loado, mi pueblo a sido leal conmigo. Y al afirmar una vez más esta lealtad y esta sinceridad entre el gobierno de los trabajadores y el pueblo argentino, quiero recordar lo que tantas veces les he dicho desde la vieja Secretaría de Trabajo y Previsión: "Seamos unidos, porque estando nosotros unidos, somos invencibles, que la política no divida a los Sindicatos ni ponga a unos contra otros porque, el interés de todos es la causa gremial de los trabajadores por sobre todas las cosas. Para terminar, quiero que llegue a cada uno de los compañeros de los tres millones de kilómetros cuadrados de nuestra Patria, la persuasión absoluta de que el gobierno de los trabajadores que tengo el honor de encabezar, ha de seguir imperturbable, paso a paso el cumplimiento de todo su plan. Pueden tener la seguridad de que no hemos de descansar un minuto y que, con la ayuda de ustedes, que son los encargados de crear la grandeza y la riqueza de la Patria, organizaremos una perfecta justicia distributiva para que el pueblo sea cada vez más feliz y nuestra Patria más grande y más poderosa.

Compañeros: a solicitud de los jóvenes que encabezan esta concentración he de acceder a un pedido y he de hacer, a mi vez; otro pedido a los trabajadores".

(La muchedumbre grita: "Mañana es San Perón").

Estoy de acuerdo, mañana es San Perón.

"Ahora mi pedido: debemos reconquistar el tiempo que perdemos en las fiestas produciendo más. Y espero, compañeros, que antes de fin de año, controlando a los saboteadores, a las organizaciones patronales y poniendo cada uno la firme decisión de producir, podemos sobrepasar ese diez por ciento en que estamos por debajo de la producción en los actuales momentos. Y ahora, compañeros, agradeciéndoles esta maravillosa concentración de hombres y de voluntades, agradeciéndoles todo el empeño patriótico que ustedes ponen en sus labores y en sus realizaciones, vamos a dar lugar a que los trabajadores puedan enorgullecerse viendo aparecer las flores de la belleza argentina para coronar a la Reina del Trabajo.

Finalmente, compañeros, en este Primero de Mayo jubiloso en nuestra tierra, jubiloso para el pueblo argentino, les deseo a todos ustedes las mayores felicidades y las mayores alegrías en esta vida del rudo batallar diario".



1º de mayo de 1949. Mensaje del presidente Perón