11 agosto 2009

Ya es hora de hacernos algunas preguntas

Por Germán Epelbaum

Antes de empezar con este artículo, me gustaría esbozar la situación que me lleva a escribirlo: no tolero más esta bajada de línea ideológica que nos dan los medios intentando hacer pasar su realidad por realidad objetiva y haciendo pasar lo Popular por nocivo para la sociedad. Intentaré entonces analizar ciertos mensajes que se nos aparecen como dados y están lejos de ser verídicos.
Antes de mi último arrojo de indignación me encuentro viendo en la tele, con una música propia de una película de terror, la noticia del pacto entre Kirchner y Grondona para estatizar el fútbol. El monto que pondría el estado para que se violen los contratos que había firmado TyC Sports seria de 500millones de pesos… más que el subsidio que se le va a entregar a los tamberos (los cuales como bien sabemos están todos a punto de quebrar por la feroz mano predadora del Estado, porque el Estado debiera ser bien chiquitito así no molesta, repetían los titulares de la semana pasada y también los de la década anterior).

Analicemos un poquito esta situación: el fútbol es un negocio de cientos de millones de pesos de ganancia, la cual está siendo extraída en un 70% por la televisión y un 30% de rédito para los clubes (eso casualmente no aparece en el “informe” sino la cantidad de representantes y sponsors, todos ellos laburantes de sol a sol, que se quedarían en la calle).
El Estado invertiría 500 millones que le darían una pronta ganancia, y mayor ganancia es más presupuesto para salud y educación, y les daría más dinero a los clubes que el que actualmente reciben.
Sobre el subsidio a los tamberos… debiera decir el “periodismo independiente” que hoy por hoy un tambero argentino gana lo mismo por litro de leche que un tambero europeo, aunque los costos de producción locales son ínfimamente menores a los foráneos.
También está muy en boga el tema del “tarifazo”… pocos mencionan que las tarifas de servicios públicos locales son las más baratas de Latinoamérica.
¿Qué quiero decir con esto? No existe una sola realidad… sólo existe en la forma y medida en que podemos percibirla. Hace poco observé de reojo un titular de Clarín en el que como nota principal aparecía la pintoresca noticia de la histórica nevada en Ushuaia… y en un recuadro apenas visible se nos decía que el salario mínimo, vital y móvil alcanzaba los $1.500. Sólo una persona de nulo espíritu crítico puede leer ese panfleto sin darse cuenta la operación política que este esconde.
Será cuestión entonces de empezar a hacer que se escuche la otra voz, casualmente hoy por hoy el “oficialismo” pareciera ser la oposición en el plano discursivo. Cualquier pichirruchi prende un ratito la tele y después de hablar del partido del domingo en el trabajo va a tener un nuevo tema: el que le asignen los medios esa semana. Antes fue la inseguridad, después la gripe, brevemente volvimos a los secuestros y ahora llegamos al extremo de lo grotesco cuando vemos a tipos dueños de miles de kilómetros del planeta preocuparse por la pobreza.
Yo soy un otario más, no tengo dudas. Pero hay algo de lo que estoy seguro: mi agenda de preocupaciones no la marcan los medios ni los sectores dominantes que quieren que piense tal o cual cosa.
Así vemos cómo hay gente que vive en el conurbano, que se toma un tren a las 7 de la mañana todos los días y que alcanzó la dignidad de sujeto político recién con el peronismo, preocupándose por el furor estatista chavista de “los K”, como hay personas que trabajan en un rancho del interior y se desesperan por los caóticos cortes de avenida de los maestros (los cortes de ruta de los que quieren exportar porotos a China tienen otra onda). Hay gente que hasta hace poco estaba en la lona y hoy puede darse algunos gustitos, pero está preocupada porque “las cosas están cada vez peor”, tan desesperada con el gobierno como los jubilados que vivieron 15 aumentos salariales en los últimos tiempos.
Personalmente, tuve una etapa de ferviente opositor al gobierno, ya que este no cuadraba en mis expectativas revolucionarias; luego vi que no sólo tiene poder quien está en el gobierno sino que hay otros actores: la Sociedad Rural, las corporaciones mediáticas, los grupos económicos concentrados, las políticas exteriores de otros países que ejercen influencia sobre nosotros... En ese momento decidí abandonar mi postura de radicalismo político que no aceptaba una mínima desviación al dogma para salir a “bancar la parada”. Apagué el televisor y me fui a la Unidad Básica a ofrecer mi colaboración al proyecto Nacional. Les aclaré a los compañeros que estoy donde estoy porque considero que en este último tiempo se han realizado conquistas históricas para el pueblo argentino y no pueden perderse. Todas las críticas que tengo hacia el kirchnerismo también las formulo en ese contexto.
Aquellos que no toleran ciertas alianzas deben comprender que el mismo Lenin armó su Ejercito Rojo con los generales que otrora habían apoyado al Zar.
La presencias de Alak en el gobierno y la posibilidad de establecer un acuerdo con Julio Grondona, mafioso y antisemita confeso, me parecen lamentables, pero hoy por hoy si se le quiere hacer frente a “la oposición” (de la cual vemos a diario sus exabruptos antidemocráticos y neoliberales, así como con la experiencia que nos da la historia: sabemos lo que son capaces de hacer cuando quieren poder o cuando lo tienen) no queda otra alternativa que abandonar los sueños de pureza institucional y luchar por la democracia, el trabajo y la mesa de los argentinos.

Es tiempo de darnos cuenta de que, salvo honrosas excepciones como los proyectos de Pino Solanas o Martín Sabatella, las otras alternativas son más de lo mismo a lo que estamos acostumbrados hace 200 años. Estamos hablando de, mayoritariamente, un grupo de individuos que quieren hacernos creer que vivimos en una dictadura, que estamos cada vez peor, que están desesperados porque hay chicos que mueren de hambre (gracias por el gesto humanitario, curioso por parte de los que quieren que nos reconciliemos con ladrones de bebés), pero bajo sus loables banderas esconden intereses ajenos y contrarios a la mayoría de nosotros. Quieren reglas claras para que entre el capital de afuera a especular y ellos participar de la repartija, quieren vender la mayor cantidad de soja mientras dure la bonanza y quieren ser ellos los que decidan quién es el que manda en este país.
Nos hacen creer que las capas populares no votan sino a cambio de un colchón, que una hinchada de fútbol es un grupo de fanáticos violentos, que cualquiera tiene derecho a decir cualquier cosa, aun una proclama sediciosa, bajo la libertad de expresión; o que todos los pobres son ignorantes por tener una antena de TV satelital en la casa. Enunciados que se proclaman sin cesar hasta formar parte del discurso colectivo y naturalizarse hasta perder la posibilidad de ser analizados. El extremo del patetismo lo vemos en los programas que hacen divertidísimas excursiones antropológicas a las villas miseria (que indudablemente ya debieran haber desaparecido) para contarnos cómo vive la gente de ese otro mundo, que seguro se va a convertir en delincuente y después va a entrar por una puerta y salir por la otra. Además, tenemos a los constitucionalistas de la sociedad rural, que dicen defender la democracia, cuando apoyaron masacres inconmensurables entre nuestra gente; o el caso de los economistas que participaron en el menemismo y hoy se desesperan por un inminente colapso del sistema, que por cierto aun estamos esperando y nunca llega.

A veces uno tiene las ideas confundidas, a todos nos pasa, pero cuando vemos que hay un sector que lleva a cabo un proceso Nacional y Popular que nosotros mismos experimentamos en la mejoría de nuestra calidad de vida y de los que nos rodean paulatinamente, y del otro lado vemos una tribuna de fascistas, liberales, golpistas, periodistas de turbio prontuario y otras flores en el jardín opositor, el panorama se aclara.

Llegó el momento de elegir. ¿Queremos estar en un cacerolazo de chetos, yuppies, caretas y gorilas que se desesperan por la rentabilidad de aquellos que históricamente los han sometido? ¿Nos tiene que preocupar ser un país como Suecia o Estados Unidos? ¿No estaremos mejor comiendo chori a la salida de la cancha que aspirando a ser como los que comen caviar en Puerto Madero?
¿Esos “cabezas” son todos chorros? ¿Hace falta cruzarse de vereda cuando los vemos?
¿Es verdad lo que dicen en la tele? ¿Todos estos tipos, dónde estaban antes, cuando ocurrían las peores desgracias de nuestra historia?

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