El viernes 9 de octubre pintaba como histórico desde hacía varias semanas… y así se dio. Muchos conocidos nos expresaban su nerviosismo, que no habían podido dormir o mensajes alentadores que decían “hoy puede ser un gran día” citándolo al Nano.
Así fue nomás. Nos movilizamos en tren junto con la columna que partió desde
En el Congreso el clima fue muy parecido, el ambiente propio de la previa de una gran fiesta y la sensación de que en esta lucha estábamos todos juntos. Había banderas de varios partidos y agrupaciones políticas progresistas y de izquierda, más allá de las infaltables del peronismo y
Qué habrán pensado los 50 gatos locos que caceroleaban en Callao Y Santa Fe, dónde se habrán querido meter los crápulas ladrones de bebes dueños de multimedios, o qué “puerta” tocar ahora, habrá dudado el impresentable Rabino Bergman…
Hubo mucha gente en el Congreso y por convicción. Nada de chori y vino como dicen los enemigos de lo popular, que seguramente nunca habrán probado uno, o niegan haberlo hecho.
Todos cantando el himno, y muchos con los dos dedos en V como pedía Piero en el escenario, quien tuvo la posibilidad de compartir tarima con Copani, El otro Yo, bandas de Pueblos Originarios, los militantes de Carta Abierta y los miembros de
Fueron muchas horas de hacer el aguante en
Va a ser difícil olvidar esa tarde noche con ambiente de verdadera fiesta democrática, de hermandad de todos los militantes democráticos por sobre los partidos (aunque, insisto, la preponderancia de la mística J.P era innegable por una cuestión cuantitativa) y el poder cantar el himno con tanta alegría.
Gracias a los que lucharon por esta Ley, gracias a los que compartieron con nosotros esa tarde noche haciéndola irrepetible y, principalmente, gracias a aquellos que entregaron su vida para que pronto todos podamos hablar libremente y en voz alta.
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