12 octubre 2009

Cortometraje del Congreso.


El viernes 9 de octubre pintaba como histórico desde hacía varias semanas… y así se dio. Muchos conocidos nos expresaban su nerviosismo, que no habían podido dormir o mensajes alentadores que decían “hoy puede ser un gran día” citándolo al Nano.

Así fue nomás. Nos movilizamos en tren junto con la columna que partió desde la Estación de Trenes de La Plata, entre cánticos que apoyaban la Ley de Medios, al Gobierno Popular o que reivindicaban al Movimiento más grande de occidente (el peronismo, por supuesto).

En el Congreso el clima fue muy parecido, el ambiente propio de la previa de una gran fiesta y la sensación de que en esta lucha estábamos todos juntos. Había banderas de varios partidos y agrupaciones políticas progresistas y de izquierda, más allá de las infaltables del peronismo y la Gloriosa J.P en sus distintas ramas territoriales. Sumados a estos grupos, centros de estudiantes universitarios y secundarios movilizados, agrupaciones por los derechos de los pueblos nativos y discapacitados, radios populares y organizaciones sociales barriales, además de muchas familias e hinchas de clubes de fútbol pertenecientes al campo popular (Gimnasia, “Chaca”, Nueva Chicago). En fin, ningún grupo de aquellos que, por sobre las banderías políticas, lucha a su manera por un mundo un poquito más justo y democrático se quiso perder esta verdadera fiesta.

Qué habrán pensado los 50 gatos locos que caceroleaban en Callao Y Santa Fe, dónde se habrán querido meter los crápulas ladrones de bebes dueños de multimedios, o qué “puerta” tocar ahora, habrá dudado el impresentable Rabino Bergman…

Hubo mucha gente en el Congreso y por convicción. Nada de chori y vino como dicen los enemigos de lo popular, que seguramente nunca habrán probado uno, o niegan haberlo hecho.

Todos cantando el himno, y muchos con los dos dedos en V como pedía Piero en el escenario, quien tuvo la posibilidad de compartir tarima con Copani, El otro Yo, bandas de Pueblos Originarios, los militantes de Carta Abierta y los miembros de la Coalición por una Radiodifusión Democrática.

Fueron muchas horas de hacer el aguante en la Plaza, muchas. Pero valió la pena.

Va a ser difícil olvidar esa tarde noche con ambiente de verdadera fiesta democrática, de hermandad de todos los militantes democráticos por sobre los partidos (aunque, insisto, la preponderancia de la mística J.P era innegable por una cuestión cuantitativa) y el poder cantar el himno con tanta alegría.

Gracias a los que lucharon por esta Ley, gracias a los que compartieron con nosotros esa tarde noche haciéndola irrepetible y, principalmente, gracias a aquellos que entregaron su vida para que pronto todos podamos hablar libremente y en voz alta.

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