18 marzo 2010

Los secretos del espíritu golpista


Golpes hay de muchas clases. Hay golpes de martillo, de pico, de puño; golpes de timón, de efecto, de suerte, de viento y de olas, y golpes del corazón. Se golpean puertas y ventanas, y barcos contra el muelle. La vida está llena de golpes; y la relación humana; hay hombres golpeadores y mujeres golpeadas, y sentimientos que golpean y golpes que se arrojan al aire. Hubo épocas en que abundaban militares golpistas, civiles golpistas, corporaciones golpistas, medios y periodistas golpistas. No es que se hayan extinguido. Porque son como el Panda del que anuncian su extinción y nunca se extingue. Porque siempre hay alguien que los cría. Pero el golpismo aquel, grosero y sangriento, se ha ido superando y ha sido reemplazado por el “espíritu golpista”. Espíritu, o deseo solapado y furtivo. Es inasible en su lógica de espíritu que no sale a la superficie como golpe sino como una retórica constitucionalista, excedida de folios, de cuartos intermedios, y de recursos cautelares. En su nueva etapa hipócrita, ese golpismo inconfesado subyace y opera simulando endiosar a las instituciones. Se manifiesta corporizado en la oposición política: un batido a golpes de mezcladora sin siquiera con chance para ser unido por el espanto. Porque el espanto une a los espantados, no a los que se espantan a si mismos. Hay en su “espantajería” abogados y jueces de frasco de formol como los de El Secreto de sus Ojos. Hay pitonisas, más afines al manicomio, incapaces de adivinar un mínimo lugar de razón; hay conversas y conversos, merodeadores sin destino, sobrevivientes escorados y resentidos del 2001; trizas de ex militantes jóvenes ahora militando desorientados y al revés por los pasillos de una hipotética república entogada hasta el cogote Se anotan en esa oposición espiritual golpista humoristas amateurs y cómicos profesionales; y tragicómicos y comediantes que ofician sin carnet desmereciendo al legendario género. Eso sí, así como los fanáticos enarbolan un libro religioso como motivación fundamentalista, ellos enarbolan la constitución encuadernada usándola como un conservador artificial para sostener anacronismos e injusticias. Y paradójicamente se desgarran sus vestiduras de cotillón para demostrar una indignación republicana que los excede y enaniza. Son parte de la democracia y son quienes más cometen herejía contra ella; y aún así no se merecen la hoguera porque el fuego es demasiado valioso. Están los “republiquistas”: que alardean de virtud y son los moralistas más inmorales. Disculpen la coincidencia con un nombre. In- morales. Todo esto la gran prensa lo niega; y también lo niegan los golpeadores. Pero ¿por qué este modelo popular que no golpea a nadie, provoca este espíritu golpista? .


Carta abierta leída por Orlando Barone el 12 de Marzo de 2010 en Radio del Plata.

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